Imagino
que si Kafka hubiera intentado hacer su
versión de Alicia en el país de las
maravillas, se hubiera acercado a la
lógica dramática de ese sujeto que buscaba acceder al Castillo.
Supongamos
que vivimos en un país con innumerables espejos. Espejos que se multiplican con cada pregunta que
efectuamos.
Un país
refundado desde una trampa inicial de la cual sólo vemos el reverso, y
sostenido sobre la metáfora inversa
a esa aventura de Alicia, que
paladeamos en la infancia y comprendimos en la adultez.
El
reverso de la trampa, la parte ciega del espejo. Cada pregunta multiplicando
espejos. Cada pregunta que interroga recibe como respuesta el nombre de quien
la efectúa. La perversa lógica de El
castillo al que no hay forma de llegar.
En el
país de los espejos, por interrogar, fui otra damnificada, no pude atravesarlo
ni contestarme la pregunta porque al intentarlo sólo encontré mi propio nombre.
De "Decires (Breves ensayos Poéticos en Prosa)", 2003. Ed. Corregidor.
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