Hubo un
hombre allá por el 2003 que nos dijo: -vengo con un sueño, y ese sueño tenía
mucho de reparatorio y tanto de esperanzado. Un sueño, convertido en Proyecto
en ciernes que respetaba las luchas de liberación y toda la resistencia del
Trabajador Peronista, de la Militancia de la Juventud Peronista, pero que también
invitaba a las fuerzas progresistas a sumarse. Néstor vino del palo innegable
del Peronismo libertario, el que sabe de proscripciones y conoce los prejuicios
clasemedistas, Político de tarima, si hacía falta, capaz de entender que la
pulcritud de las formas es difícil de sostener cuando el animal humano lucha
por sus derechos y sus necesidades, y, que
en ese fragor, el cerebro reptílico puede con cualquier convención, y hay que
invitar y pacificar, sólo lo que debe ser pacificado.
La gesta se
fue amasando. No éramos tantos al principio. Los que entendimos las señales de
la memoria que hacen la historia estuvimos desde la primera hora. Y los gestos
honorables se sucedían tanto como la lucha contra el dolor de la pobreza y la
indigencia. La solidaridad volvió a usarse como vocablo hasta radicar su
concepto.
Néstor
convocó tanto a los luchadores de siempre como a una juventud que comprendía
poco todavía, que además de la palabras sustentable, competitividad, existían
otras como Justicia, distribución, solidaridad. Tarea ciclópea si las hay,
zanjar décadas de silencio generacional. Los setenta enmudecieron con el
proceso y padecieron sordinas durante las demo-dictaduras posteriores.
Restablecer la continuidad, propiciar la transferencia generacional de experiencias a las nuevas
juventudes fue una tarea que inició Néstor pero que no tuvo tiempo de
direccionar y concretar.
Néstor era
como esos buenos padres que no precisan que sus hijos compitan por su amor o
sus beneficios. Entendió que en el Universo hay lugar para todas las órbitas.
Isidoro
Blastein dijo, en una oportunida y referido al campo de lo Literario que -quien no reconoce una paternidad es un hijo de puta. Duro Isidoro pero tal vez
certero, toda nuestra escritura viene con la marca de otras escrituras que nos
marcaron las primeras luces de nuestro hacer. Son marcas amorosas por las que
se siente gratitud. Lo contrario sería la actitud cínica de desprecio a
cualquier otro que no fuéramos nosotros y nuestro precario guetto, y lo cierto
es que aún en la escritura somos parte de una gran otra escritura que viene de
la historia de tantas plumas.
El cinismo
no es revolucionario, ni joven, ni liberador. Reduce el mundo de quien lo
ejerce a una precaria piecita de dos por dos que recicla las mismas palabras y
las mismas ideas frente a un espejo.
Y Néstor se
fue, con sus brazos que desplegados tenían envergadura para abarcar pacificando.
Se fue con su sueño a medias concretado, y quedó una madre a la que le debemos
reclamar la misma sabiduría ahora que no hay un padre que instaure la metáfora
paterna, la legalidad.
Las madres
suelen ser excesivas con los hijos, suelen caer en situaciones de narcisismo, de
una especularidad equivocada, la locura de la mutua y excluyente pertenencia en
la que no queda espacio para nada y nadie más, y la riqueza del Mundo y de la
realidad se pierden en esa operatoria poco sabia. También quedan comprometidos
el crecimiento, la independencia crítica de los hijos, finalmente la correcta
maduración que comprende que el mundo no es binario, que hay un abanico para
considerar.
La Juventud
es nuestra esperanza siempre, pero una juventud preocupada por la funcionalidad
de los cargos, una juventud que mira despectiva o desconoce a sus antecesores
históricos de lucha, una juventud que abusa del verbo en detrimento de aquellos
que sin tenerlo tan intelectualizado lo tienen desde la verdad de la realidad y
de la historia, y que no puede reconocerlos como iguales en la lucha, y aún,
les compite en lugar de aprender lo aprendible. Digo, esa juventud se me hace
transitoriamente desorientada. Los jóvenes no deben responder a coreografías,
deben, por su esencia, cuestionar hasta a la madre que los parió buscando
verdades. El joven que no tiene la generosidad del Poema, del Ideal es un joven
viejo. Están bien la eficiencia y la gestión pero no alcanzan si se pierden los
para qué, y los para qué están entre el dolor, la necesidad, la desconfianza de
quienes han y siguen pasando necesidades, y también en la sabiduría de todos
ellos a los que se pretende redimir.
Yo la
invito a esta madre, Cristina, a recordar la envergadura de los brazos de
Néstor. Hay una generación que late en los brazos de Cristina, y aquí se le
debe pedir que sea una madre generosa y justa. Que no hostigue enfrentamientos
entre iguales ideológicos, que no arme guardias pretorianas, estaremos todos para
defenderla, como lo hemos hecho por años y desde el principio.
El Campo
Nacional no se puede dar el lujo de desperdiciar valores, fuerza,
Organizaciones. Precisamos a La juventud con los Trabajadores organizados
conjugando sus idiomas y sus verdades. Los jóvenes no pueden despreciar aquello
que dicen defender, sería una contradicción imperdonable.
Néstor tuvo
un sueño. Espero que Cristina sea tan buena madre como para saber continuarlo.
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